Mi confesión:
Lo sé, soy suave como el olor de tu pelo, y soy iracundo como como todos alguna vez lo hemos sido,
Estoy prisionero del mundo, inhasible alguna parte de mí, tranquila en el fondo de lo irreductible, en hondas tinieblas arrojado alguna vez hoy a las luces del mundo, y dentro de mi todo eso y más es posible.
Soy la suma de las cosas y de mis experiencias, más soy el átomo perdido en el camino y el alma de las rosas que no he regalado aún, y el alma de todo lo que no debía ser se quedará para siempre en los jardines del olvido.
Y del olvido soy el enamorado del amor nostálgico, y del odio no soy más que un sutil suspiro que se fue entre los arboles aireados, en dulce brisa después de la tormenta,
puro al fin y al final, librado del peso y del yugo del pecado que en mis entrañas por tu herida se alimenta.
Quiero y cuando he liberado del vulgo el prejuicio de ser quien era, quiero más que nunca alcanzar cercanas y no más las lejanas y falaces estrellas,
y me despeño en el abismo pues ¿quién no ha pretendido ser aquello que no era?
pero lo sé, toda y cada una de las brasas destella y alumbra,
en el fondo y el abismo de mi mismo.
Me he de iluminar, me he de asombrar con lo que mi espiritu descubra y adivine en verdades antes absolutas y hoy anécdotas.
Yo, he de vivir.
¡SOLO YO SOY EL HOMBRE!